¿Realmente necesitamos la escuela para aprender?


Ivan Illich, filósofo y sacerdote outsider, en su obra La sociedad desescolarizada (1971), ofrece una crítica a la enseñanza escolarizada y al sistema educativo tradicional, y denuncia su papel en la reproducción de estructuras de poder y desigualdad. Para él, la escuela es un mecanismo de control que nos hace confundir: la enseñanza con el saber, los diplomas con las competencias y el servicio educativo con el valor formativo. Además de reforzar las desigualdades sociales y limitar la autonomía de los estudiantes.

Estoy de acuerdo con la observación de Illich de que la escuela no garantiza un aprendizaje real, ya que muchas veces, los títulos y diplomas se convierten en una forma de control más que en una verdadera medida de competencia, esto me hace pensar en el mercado laboral actualmente, donde el acceso a mejores oportunidades no solo depende de tus conocimientos, sino también de la validación que da la escuela y los títulos académicos.

En la actualidad, en la era digital, gracias a internet, las personas pueden aprender de manera autodidacta en comunidades de práctica o a través de las redes sociales, cursos en línea, por ejemplo. Internet está transformando la manera en la que aprendemos. Estamos viviendo una especie de desescolarización donde el aprendizaje se hace cada vez más accesible, gracias a internet. Aún así, no todas las personas tienen las mismas posibilidades de acceso a internet, lo cual también podría llevar a desigualdades. La brecha digital sigue siendo una barrera que excluye a quienes no cuentan con los recursos para conectarse a estas nuevas formas de educación.

Entonces, ¿Realmente necesitamos la escuela para aprender?

Illich cuestiona la escuela como institución centralizada y obligatoria donde la educación se ha convertido en un monopolio que limita nuestra capacidad de aprender libremente, imponiendo métodos rígidos de enseñanza y sistemas de evaluación que no siempre reflejan el conocimiento real ni nuestras necesidades individuales.

Si analizamos nuestra propia experiencia, nos damos cuenta de que la mayor parte de lo que sabemos no lo hemos aprendido en un aula, sino a través de la práctica, de nuestras experiencias, conversaciones, exploración individual, y en mi caso, la mayor parte de cosas que he aprendido y que considero más valiosas, han sido gracias a mis padres y a mis experiencias y mi curiosidad.

Sin embargo, considero un error pensar que la escuela no tiene ningún valor, creo que la educación formal cumple un papel muy importante, sobre todo al garantizar una educación para todos y en la adquisición de conocimientos básicos. Pero esta no debería ser la única forma de educación válida y legítima para aprender, excluyendo otras formas de conocimiento y la autonomía de los estudiantes. En mi opinión, aprender es un proceso mucho más amplio que lo que ocurre dentro de un centro educativo.

En conclusión, creo que la escuela si es importante, pero debería ser más flexible y descentralizado, para que las personas puedan educarse según sus intereses y ritmos y que sus aprendizajes sean significativos. Un sistema educativo que valore el proceso de aprendizaje tanto como el resultado. La escuela es algo muy valioso, pero debería reinventarse y no imponer un método de enseñanza que se base solo en el resultado sin tener en cuenta el proceso. Por lo tanto, necesitamos la escuela para aprender ciertas cosas, pero no solo aprendemos en la escuela.

Para finalizar, me gustaría compartir un poema de Gloria Fuertes, que me ha parecido muy interesante, se llama autobiografía: 

Aprendí a montar en bicicleta
antes que a leer.

Aprendí a nadar
antes que a escribir.

Aprendí a hablar
antes que a callar.

Y todo esto,
lo aprendí sola.

Gloria Fuertes en este poema habla de un aprendizaje natural, autónomo y ligado a la experiencia directa, no a la instrucción formal. 


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